Los Derechos Humanos se aplican a
todos los seres humanos sin importar edad, género, raza, religión, ideas,
nacionalidad. Cada persona tiene la misma dignidad y nadie puede estar excluído
o discrimado del disfrute de sus derechos.
Estas distintas características en
ocasiones son discutidas,
empezando por la universalidad: se argumenta que los derechos humanos se deben
interpretar dentro de las distintas culturas, de forma que estas pueden matizar
o alterar los principios contenidos en la Declaración Universal. Por lo tanto,
los derechos humanos no serian siempre los mismos, variarían en función de los
contextos culturales. Es la postura conocida como relativismo cultural.
También se presentan objeciones al principio
de indivisibilidad de los derechos humanos, argumentando que algunos derechos
son prioritarios. Cuando se preparaba el texto de la Declaración Universal
estas discrepancias se pusieron de manifiesto en la prioridad que asignaban las
democracias occidentales a los derechos civiles y políticos y la presión de los
países socialistas para que se reconocieran e incluyeran los derechos
económicos y sociales. En la actualidad estas discrepancias no están del todo
superadas.
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